En septiembre de 2016, en el Hospital Niño Jesús de Barranquilla, se intercambiaron dos niñas al nacer. Ahora, uno de sus padres, José Gregorio Hernández (papá) está tratando de comprender la verdad de lo sucedido, por qué no puede seguir siendo responsable de ambas.
José Gregorio Hernández llamado como El Negro. Así lo llaman su familia, amigos y clientes. Mucha gente no sabía su nombre hasta que empezó a aparecer en las noticias. La razón por la que se vio obligado a hacerse famoso es que cuando descubrió que su hija había cambiado al nacer casi cuatro años después, se convirtió en uno de los protagonistas de una historia sorprendente y conmovedora.
Esta situación merece ser una de las mejores colecciones maravillosas del Caribe Colombiano, con tres trasfondos centrales: Santo Tomás, un pueblo del atlántico donde viven El Negro (papá del caso); el Hospital Niño Jesús de Barranquilla donde fueron los hechos; y Chimichagua, un municipio de Cesar, rara vez se menciona, pero a menudo se menciona debido a una canción popular. Y, además, tiene a José Gregorio como hilo conductor, responsable de tejer las costuras, tratando de entender qué pasó y por qué estas niñas terminaron en la familia equivocada, y no tienen relación biológica con estas familias.
Todo comenzó el 21 de marzo de 2016, cuando Norelis Patricia Truyol llegó aquí y dio a luz a su bebé. José Gregorio «papá» dijo que aunque hizo todo lo posible para llegar allí, no pudo presentarse en el hospital a la hora exacta en que nació su hija. Sin embargo, la mujer no le contó nada extraño ese día, por lo que unas horas después se fueron a casa con un parte médico.
Esta pequeña niña fue concebida en la relación entre El Negro y Norelis, aunque no son una pareja estable, José asumió toda la responsabilidad durante el embarazo y el parto posterior. Durante los primeros dos años, por lo general, José y cualquier miembro de la familia no notaron nada extraño en esta niña. Pero a medida que pasaban los días, cuando los rasgos faciales de la pequeña Sofía * empezaron a definirse, el negro empezó a sentirse incómodo, cada vez que veía la piel de la pequeña más blanca, los rasgos faciales no coincidían con los de las otras tres, ni mucho menos de parte materna. La sospecha siempre lo atormentaba, su mente zumbaba, le dolía, pero el amor que cultivaba por los bebés lo hacía rendirse. “Son cosas de la naturaleza, eso puede pasar”, solía decirse para calmarse.
Antes de eso, había llegado a la indiscreta conclusión de que podría ser víctima de la infidelidad de Norelis. Entonces, después de pensarlo, él como papá intrigado, llevó a escondidas a la niña a Barranquilla, con la excusa de comprarle zapatos, y le realizó una prueba de ADN. Unos días después, confirmó que sospechaba que Sofia no era su hija biológica. Se sintió muy triste, decepcionado y «ridiculizado». Cuando obtuvo el resultado, fue a enfrentar a su pareja, le suplicó que dijera la verdad, si está con otros no importa, y la pequeña no tiene nada que ver en esto, decía, él todavía la ama. Pero la respuesta que obtiene es siempre el mismo: NO TE HE SIDO INFIEL TU ERES SU PAPÁ.
Un papá intranquilo las 24 horas del día
Un papá confundido, así se sentida José, tratando de conectar las partes y piezas con las palabras de su pareja, la única forma en que puede pensar es dejar que madre e hija tomen el examen juntas. Allí, la sorpresa se magnificó, porque también tuvo un impacto negativo y fue 99,9% incompatible. Entonces no hay luz en el mundo de José y Norelis, no saben cómo continuar ni a quién acudir en busca de ayuda. Sin embargo, confesó que nunca había dudado de nada, y sugirió que la dejara ir primero, que dejara de pensar en eso y se complicara la vida. Estaba asustada, era su hija, ninguna prueba de laboratorio se lo negaría.
Una nueva pregunta, sin embargo, llegó a visitarlo por las noches: si esa no era su hija biológica, ¿dónde estaba la verdadera? Entonces, con las dos pruebas en mano, metió un derecho de petición al Hospital Niño Jesús para solicitar la información de todos los partos ocurridos ese 21 de marzo. La respuesta fue afirmativa y el Negro recibió el listado de los nacimientos ocurridos tanto de forma natural como por cesárea no solo ese día, sino también entre el 22 y el 26 de marzo en el centro médico de Barranquilla. Los del 21 de marzo eran siete en total. Los revisó y por puro descarte de horas y datos llegó al nombre de Ana Cecilia Cano, una mujer que había tenido también a una niña con solo 20 minutos de diferencia con Norelis Patricia.
Sin otra herramienta más que sus conocimientos generales de redes sociales, José Gregorio se sentó frente al computador. Pero, cuenta, que más tardó en teclear el nombre de la mujer en Facebook, que en confirmar que había hallado a su verdadera hija. En la foto que Ana Cecilia tenía en su perfil aparecía cargando a Sandra*. Al verla, el Negro se vio a sí mismo, su piel morena, su nariz aguileña, sus ojos grandes, la sonrisa a medio abrir. Sintió, dice, una corazonada. Decidió seguir tejiendo certezas sobre las dudas, le empezó a enviar mensajes a Ana Cecilia, pero no recibía respuesta. Luego les escribió a los familiares de ella que iba encontrando en internet. Nada, no obtenía respuesta.
Tuvo que esperar 20 días para que un tío residente en Bogotá le respondiera y le pidió que le explicara más la situación. Por ahí empezó a jalar de la madeja. Consiguió el número telefónico, hablaron, primero a Ana Cecilia le pareció un chiste que un desconocido de un pueblo del Atlántico la llamara para decirle que ella tenía a su hija y él la suya. Se reía, desconfiaba. Pero cuando le sugirió intercambiar fotos, todo cambió, la madre quedó en shock y ante las evidencias aceptó cuadrar un encuentro fuera de Chimichagua, su pueblo.
El Negro y Ana Cecilia se encontraron en Barranquilla a fines de 2019. Desde la primera vez que vio a la pequeña Sandra, dijo que no tenía ninguna duda de que era su hija. No necesitaba ninguna prueba, pero asegúrese de que sea para todos. Ambos son los mejores. Un resultado positivo es solo un acuerdo.
En ese momento, pasaron 15 días en la casa de Santo Tomás, la relación entre los dos fue más allá de la extraña situación y fue muy cordial. Efectivamente, Sandra tenía una mala actitud hacia él, cada vez que quería acercarse a él, se escapaba y un día incluso lo abofeteaba. José Gregorio utiliza simples anécdotas para contar que la felicidad no se la robará nadie. Señaló que a partir de ese momento era el responsable del manutención porque la situación económica de Chimichagua no era la mejor. Luego la enviaron sola y la mantuvo con él durante un mes. Está muy satisfecho con su hija, pero ahora, dijo, todo parece haber cambiado.
Puedes leer también: El jugoso regalo de Christian Daes para Anthony Zambrano
Sobre el hospital, el Negro señala que desde el primer momento se mostró diligente a colaborar para resolver la situación, de hecho, sacó un comunicado en el que señalaba estar dispuesto a aportar lo necesario en la investigación. Pero, según él, nadie, hasta ahora, le ha dado una explicación precisa de qué pudo haber pasado, de qué falló ese 21 de marzo y que “el daño ya está hecho”. Por eso, junto con sus abogados adelanta un proceso administrativo.
Han pasado casi dos años desde aquellos días de pruebas clínicas. En un par de ocasiones las dos niñas han compartido en casa del Negro. En tono de chiste se les ha escuchado decir “somos gemelas”. Pero cada una sigue viviendo en la casa de siempre, mientras la justicia resuelve qué se debe hacer. “Mi mayor anhelo es poder ayudar y tener a las dos cerca, pero sin forzar nada, bajo acuerdos. Quiero que las dos puedan ir al colegio y que tengan una buena vida. Ese sería mi mundo ideal”, confiesa José Gregorio, quien hace fuerza para que no se le suelte un nudo de llanto que parece contener en la garganta.
Hace apenas unos días, a todos les fueron practicadas nuevas pruebas genéticas por orden del Instituto de Medicina Legal. José (papá) pasa sus jornadas entre las ocupaciones que le demandan su negocio y sus otras hijas en Santo Tomás. Sofía vive con Norelis a solo diez minutos de distancia. De Sandra tiene varios días que no sabe nada, le parece extraño el cambio de actitud de Ana Cecilia, que ahora, dice, no deja que hable con la niña. Pero reconoce que para las madres ha sido un golpe emocional muy fuerte, trata de entenderlas.
El Negro está desesperado, siente que el proceso no avanza, aspira a que todo quede definido antes de que termine el año. “Mucha gente me dice que deje eso así, a veces flaqueo, me canso, pero por el bien de todos y para no causarles un daño mayor a mis hijas es mejor llegar hasta el fondo de todo”, dice con frases entrecortadas. “Con diferentes características las dos son mis hijas, eso lo tengo claro”.